Estudio básico de fertilidad
¿Qué es la infertilidad?
La infertilidad, según definición de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y la ESHRE (Sociedad Europea de Embriología y Reproducción Humana), es “la incapacidad de completar un embarazo después de un tiempo razonable de relaciones sexuales sin tomar medidas anticonceptivas”.
En mujeres menores de 35 años, debemos considerar que hay un problema de fertilidad si no ha conseguido quedarse embarazada después de haberlo intentado durante un año aproximadamente. Desgraciadamente, la tasa de infertilidad femenina ha crecido en los últimos años, dado que la mujer cada vez debe posponer más la edad a la que puede optar a la maternidad.
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Consideramos normal que una mujer tarde hasta un año en quedarse embarazada. Puede parecer mucho tiempo, pero es la realidad que se desprende de los estudios de fecundidad.
Uno de los factores determinantes en la fertilidad de la mujer es la edad. Al final del primer año, entre el 80 y el 90 % de las mujeres de menos de 35 años habrán conseguido quedarse embarazadas. Sin embargo, entre los 35 y los 40 años, al final del primer año el porcentaje de mujeres embarazadas no pasa del 70 %. Cuando la mujer tiene más de 40 años, este porcentaje baja al 20 %. Cuando una mujer sobrepasa esos plazos que hemos mencionado, podemos hablar de la existencia de una infertilidad femenina y debe acudir a un especialista.
La diferencia entre “esterilidad” e “infertilidad” consiste en que, en el primer caso, la mujer nunca ha conseguido quedarse embarazada. En cambio, una paciente con infertilidad consigue o ha conseguido quedarse embarazada, pero el embarazo no ha culminado con el nacimiento de un hijo vivo (como ocurre, por ejemplo, en un caso de aborto de repetición).
Infertilidad y esterilidad son dos términos que aunque conducen al mismo problema, que la pareja no puede tener un hijo, son completamente distintos y sus causas y tratamientos también lo son.
Aunque en ambos casos no se consiga tener un hijo, se trata de problemas muy diferentes y cuyas causas son radicalmente distintas. De hecho los estudios y tratamientos en cada caso son completamente diferentes.
Se considera que una pareja tiene una probabilidad de conseguir el embarazo cada mes que lo busca de aproximadamente un 25 %. Tras 6 meses el 60 % de las parejas consigue el embarazo y este porcentaje asciende a un 80 % tras un año.
Por ello, se aconseja consultar a un especialista en reproducción asistida cuando no se ha conseguido embarazo tras un año manteniendo relaciones sexuales sin protección.
En general, una mujer que ha intentado quedarse embarazada durante un año (evidentemente, manteniendo relaciones sexuales con suficiente regularidad) sin conseguirlo, debería consultar con su ginecólogo inicialmente. Si la mujer tiene más de 35 años, entonces se recomienda que consulte con el ginecólogo a los 6 meses de intentar quedarse embarazada.
Las causas de infertilidad son muy variadas; se calcula que aproximadamente el 40 % se deben a un problema de infertilidad en las mujeres, otro 40 % a un problema de infertilidad en los hombres y otro 20 % a problemas mixtos.
El médico con la formación adecuada para el estudio, el diagnóstico y el tratamiento de la infertilidad es el Ginecólogo con especialización en Medicina de la Reproducción. Tras realizar una detallada historia clínica, en la mayoría de los casos se realiza un estudio básico de fertilidad, si bien, cuando el diagnóstico se desprende claramente de la historia clínica, se pueden solicitar de inicio otras pruebas complementarias.
El médico especialista en Medicina de la Reproducción será quien podrá determinar las causas del problema de esterilidad e infertilidad y concluir si el problema es de esterilidad en la mujer, en el hombre o mixto. Una vez diagnosticado, prescribirá el tratamiento más adecuado en función de las causas de infertilidad o esterilidad detectadas.
Resuelve tus dudas de fertilidad
Mediante la ecografía transvaginal comprobamos la normalidad del aparato genital interno de la mujer. En esta ecografía se estudia la morfología del útero (podemos descartar muchas malformaciones uterinas, o la existencia de pólipos endometriales, miomas, etc); también se visualizan los ovarios (tamaño, características, presencia de signos ovulatorios si la ecografía se hace a mitad del ciclo, etc).
Gracias a esta prueba podemos detectar determinadas enfermedades o diferentes tipos de quistes, algunos de los cuales (como los endometriósicos) pueden afectar negativamente a la fertilidad.
Además, la ecografía nos permite valorar el número de folículos antrales (dentro de los cuales están los óvulos) y obtener así información acerca de la reserva ovárica.
Las determinaciones hormonales en el estudio de la infertilidad se hacen en dos momentos del ciclo: el día 2-3 del ciclo, y el día 19-21 del mismo. Los niveles de las hormonas ováricas e hipofisarias sufren una serie de cambios a lo largo del ciclo de la mujer, y por tanto, para saber si son normales o no, hay que medirlas en los mismos momentos para poder compararlas. Las hormonas que se miden habitualmente son la hormona estimulante de los folículos (FSH), la hormona luteinizante (LH), la prolactina, y la hormona tirotropa (TSH).
Las pruebas realizadas en los primeros días del ciclo (basales) nos permiten obtener información acerca de la reserva ovarica. Las hormonas realizadas en el día 21 del ciclo nos permiten saber si se produce la ovulación o no.
Esta prueba también nos permite detectar algunas anomalías de la fase lútea, como el defecto de fase lútea o la hiperprolactinemia.
El seminograma o esperminograma es una prueba muy sencilla mediante la cual realizamos un análisis básico del semen. Gracias a ella se miden fundamentalmente los siguientes parámetros: número de espermatozoides, la movilidad de los mismos y el porcentaje de espermatozoides con anomalías morfológicas.
Con los resultados de estas pruebas podemos conocer la causa de la infertilidad en aproximadamente el 80 % de las parejas. Al mismo tiempo, este sencillo estudio nos permite orientar a la pareja hacia el tratamiento de reproducción asistida más adecuado a su caso.
En otras ocasiones, pueden ser necesarias más pruebas complementarias antes de poder iniciar un tratamiento.
Si los resultados de las pruebas anteriores, que podemos considerar rutinarias o comunes a todos los pacientes, no son concluyentes, el estudio seguiría adelante mediante la realización de distinto tipo de pruebas complementarias. La variedad de pruebas complementarias dentro de los estudios de fertilidad es enorme. Muchas de ellas son pruebas muy complejas y específicas que solamente sirven para el diagnóstico en unos pocos casos.
Habitualmente, los médicos solicitamos las pruebas complementarias a medida que la situación clínica de los pacientes lo aconseja y en función de las necesidades y circustancias particulares de cada caso, por haber detectado indicios de alguna patología específica o para aclarar el resultado poco concluyente de alguna prueba básica.
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Toda esa experiencia nos puede servir de muchísima ayuda para mejorar los procedimientos de siguientes ciclos y mejorar las probabilidades de embarazo.
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