Estamos acostumbrados a pensar, incluso a decir a nuestras propias pacientes, que el objetivo es conseguir una buena transferencia embrionaria. Esto es conseguir transferir un embrión de excelente calidad en un útero perfectamente preparado con un endometrio receptivo.
Al margen de otros muchos factores que influyen en que el proceso acabe en embarazo o no, a partir de aquí ya poco se puede hacer ni por parte de los profesionales ni de los propios pacientes, salvo esperar el resultado de la beta.
Después del gran trabajo de los ginecólogos para hacer funcionar a los ovarios de forma más productiva y del laboratorio para conseguir embriones viables, todo se culmina con la transferencia del mejor embrión seleccionado que se colocará directamente en el interior de la cavidad uterina a través de un catéter muy flexible, por vía transvaginal. Este proceso, rápido, sin dolor para la paciente y aparentemente sencillo, es tremendamente importante y hasta determinante que sea realizado por manos expertas.
En este punto se abre un enorme abanico de creencias, mitos y pseudoverdades. Con la mejor de las intenciones intentamos hacer cualquier cosa que vaya a facilitar la implantación o, al menos, que tengamos la sensación de que estamos haciendo todo lo posible.
En la década de los 90 y principios de este siglo, tras la transferencia embrionaria se dejaba reposar a la paciente en posición horizontal durante al menos 45 minutos y, en ocasiones, se le instaba a que permaneciera en cama durante los primeros días o hasta la prueba de embarazo. Hoy en día, hay abundante bibliografía científica que indica que no sólo no son necesarias estas medidas sino que pueden llegar a ser contraproducentes por generar problemas de ansiedad en la paciente. Por ello, tras la transferencia se deja solamente un reposo de 5-10 minutos que, aunque tampoco es necesario, hace que la paciente se relaje. Después de esto se insiste en que haga vida totalmente normal y procure olvidarse del proceso hasta el momento de la prueba sanguínea de embarazo, la cual se suele pautar entre 10 ó 14 días después de la transferencia, dependiendo de en qué fase embrionaria se haya realizado ésta. Este es el período conocido comúnmente como “la betaespera”.
Los embriones implantan en el útero materno alrededor del sexto día aproximadamente tras la fecundación por lo que, en todo caso, sí es recomendable no hacer grandes esfuerzos físicos durante 1 ó 3 días después de esta transferencia.
Durante este tiempo de betaespera suele asaltarnos un sentimiento de que no estamos haciendo lo suficiente por favorecer el embarazo y nos esforzamos en buscar cosas que podamos hacer, aunque solamente sea por acallar nuestra propia conciencia. Es ahora cuando entra en juego el amplio imaginario popular ya que nunca va a faltar una amistad, una entrada en internet o un artículo en prensa que nos dé soluciones mágicas que ya han funcionado con otras madres como son el mantener los pies calientes, beber bebidas isotónicas, realizar algún tipo concreto de ejercicios o posturas, consumo de complejos vitamínicos, rodearte de ciertos objetos y un sinfín de soluciones y remedios caseros con nula efectividad que lo único que consiguen es que nos obsesionemos con el resultado final.
Lo único que sí está en nuestras manos es seguir las pautas que nuestro ginecólogo nos haya indicado siendo especialmente importante mantener el aporte de progesterona hasta que el especialista nos lo indique.
En ocasiones, tras unos días en casa podemos tener un pequeño sangrado o manchado que, aunque no siempre ocurre, puede asociarse al llamado “manchado de implantación”. Si es un simple manchado, no hay ningún motivo para alarmarse ni por supuesto para dejar la medicación, ya que podría suponer perder un embrión ya implantado. Tampoco es motivo de preocupación la ausencia de síntomas derivados de un embarazo que las madres de nuestro entorno se empeñarán constantemente en recordarnos incluso en desanimarnos si éstos no se presentan. Estos síntomas no tienen por qué estar presentes, ya que aunque el embarazo se haya conseguido nos adelantamos siempre a lo que estamos acostumbrados a observar en un embarazo de forma natural y espontáneo puesto que tenemos mucho más controlados los tiempos.
Por último, es muy importante también no sucumbir a realizarnos un test de embarazo comercial a través de la orina ya que al margen de que estemos embarazadas o no, tenemos muchas posibilidades de que este test nos dé falsos negativos ya que la hormona que se origina con el embarazo, la β-HCG, se presenta primero en sangre y, más tarde, en la orina. Así, la fecha que nos den en nuestro Centro para realizar el análisis en sangre será el primer momento en que se podrá detectar en el torrente sanguíneo mientras que en la orina todavía le faltarán algunos días para aparecer y poderse detectar.
Paco Guijarro Ponce
Responsable de Laboratorio Amnios In Vitro Project