Desde nuestra clínica de fertilidad, hoy queremos hablaros sobre una de las creencias populares sobre la fertilidad desde los tiempos más remotos: la mandrágora.
La mandrágora es una planta de la familia de las Solanáceas, al igual que el tomate y la patata, que ha ido unida a numerosas leyendas, supersticiones y rituales desde la más profunda antigüedad.
El origen de todos estos mitos procede de su apariencia antropomórfica, es decir, su raíz bifurcada, que a menudo recuerda a la figura humana. De hecho, el saber popular indica que las mandrágoras con mayores poderes mágicos son aquellas que crecen bajo los patíbulos y son regadas con el semen de los ahorcados que allí han sido ajusticiados. Bien es sabido que aquellos condenados a muerte que fallecen con una cuerda al cuello sufren una erección que puede acabar en eyaculación en el mismo momento en que el reo exhala su último suspiro. Según también el imaginario popular, al intentar arrancar y extraer estas raíces, la mandrágora emite un estremecedor alarido que hará enloquecer hasta la muerte a todo aquel que ose recolectar esta planta. Por eso, se indica, para su extracción es necesario atar un perro negro a la parte superior de la planta y azuzarlo hasta que la arranque, momento en que el perro caerá muerto a causa de este grito desgarrador. Ésta es la causa de que se suela ilustrar a la mandrágora al lado o atada a un perro.
Entre las múltiples propiedades que desde siempre se han atribuido a la mandrágora está la de potenciar la fertilidad como ya se atestigua en la propia Biblia, Génesis 30: 14-24:
Raquel y Lía eran hermanas y ambas estaban casadas con su primo Jacob. Un día Jacob, hijo de Lía y Jacob, llegó a casa con mandrágoras recién cogidas del campo para su madre Lía. Raquel, que era estéril, se las pidió a su hermana pero ésta se las negó porque estaba celosa, esa noche Lía durmió con Jacob y engendró a su sexto hijo.
Después, y gracias a la mandrágora tomada en infusión, Dios escuchó a Raquel y la hizo fecunda.
Las palabras “mandrágora” y “amor” tienen la misma raíz en hebreo. Por ello, vulgarmente, al fruto de la mandrágora siempre se le ha atribuido la facultad de producir amor y fecundidad.
En la obra de teatro escrita por Maquiavelo en el siglo XVI con el título, precisamente, de la “La mandrágora” el nudo argumental gira en torno a la capacidad de una pócima hecha de mandrágora para sanar los problemas de esterilidad:
Un joven acomodado, Calímaco, conoce a la mujer, Lucrecia, de un rico florentino, se encapricha de ella y decide hacerla suya. Para ello, y con la ayuda de un pícaro amigo suyo, urde un plan aprovechándose de la infertilidad de Lucrecia y del ansia del rico florentino por tener hijos.
El pícaro le explica al florentino que conoce una pócima a base de mandrágora que asegurará la fertilidad de su mujer. El problema radica en que el primer hombre que se acueste con ella tras ingerir la pócima resultará muerto, mientras que el siguiente la hará concebir. El pícaro propone a su amigo Calímaro como mártir involuntario.
En realidad, la mandrágora es una planta con una alta concentración de alcaloides concentrados principalmente en sus raíces con un importante efecto sedante por lo que en la Edad Media se solía usar comúnmente como anestésico y en la actualidad se usa terapéuticamente para tratar trastornos del sueño y para afectaciones reumáticas y gota.
Es una planta de alta toxicidad cuyo uso está solo recomendado en dosis terapéuticas y bajo una estricta prescripción médica. La sobredosis puede producir náuseas, taquicardias, delirios y alucinaciones, incluso puede producir la muerte en el peor de los casos.
Paco Guijarro Ponce
Responsable Laboratorio Amnios In Vitro Project
