El óvulo juega un papel fundamental en las etapas iniciales del desarrollo del embrión, pues es la célula que va a aportar la maquinaria y energía suficientes para la división celular y, en líneas generales, desarrollar su capacidad para implantar en el útero. Por tanto, la calidad del óvulo es esencial pero: ¿es igual de importante que la cantidad?
La reserva ovárica
Coloquialmente hablamos de reserva ovárica para referirnos a la parte cuantitativa, ya que es lo que podemos medir y estimar con las pruebas médicas (recuento de folículos basales o antrales, en ecografía, o determinación de hormona antimülleriana en sangre). Sin embargo, la reserva ovárica atiende tanto a la cantidad como a la calidad. Es cierto que, en la mayoría de las mujeres, ambos aspectos van disminuyendo progresivamente a lo largo del tiempo y podríamos pensar que existe una correlación bastante precisa entre ambos, pero cantidad no siempre es calidad ni viceversa, como veremos a continuación.
Si analizamos datos de poblaciones históricas en las que apenas existían métodos de planificación familiar, observamos cómo la tasa de nacimientos empieza a disminuir hacia los 32 años y sufre un importante punto de inflexión en torno a los 37-38 años, de manera que a partir de los 43 años es ya muy baja. Es decir, la fertilidad de la mujer abarca poco más de dos décadas y no es constante a lo largo de las mismas.
Las razones biológicas de esto parten de un dato básico: los óvulos se forman antes del nacimiento, en el 4º y 5º mes del desarrollo del feto. Si bien existen líneas de terapia experimental que intentan la creación de óvulos nuevos a partir de células madre, o primitivas, en la mujer adulta (el llamado rejuvenecimiento ovárico), en el momento actual no tenemos constancia que, de forma natural, los ovarios generen óvulos después del nacimiento.
Así, la población de óvulos va a ir decreciendo paulatinamente fruto de las ovulaciones, pero sobre todo del mero paso del tiempo. Se estima que, al nacer, la población de óvulos se sitúa en 1-2 millones y ya a los 30 años tan sólo quedan unos 50 mil. Paralelamente, los óvulos que permanezcan van a ir experimentando los procesos de envejecimiento como cualquier célula de nuestro organismo, que aquí se traduce en una dificultad cada vez mayor para completar su maduración normal.
¿Cómo evaluamos la calidad de los óvulos?
Aunque parezca una respuesta muy simple, el mejor indicador de calidad es el embarazo y, más concretamente, el recién nacido sano. Pero esta valoración es a posteriori y no nos permite dar un pronóstico, especialmente en aquellas mujeres que vayan a realizar un tratamiento de fertilidad. Por ello, en el momento actual disponemos de un parámetro biológico que, si bien indirecto, goza de una buena fiabilidad: la evaluación del número de cromosomas o, más técnicamente, la ploidía.
En términos de número de cromosomas, óvulos y espermatozoides son células exclusivas de nuestra anatomía. Mientras casi todas nuestras células tienen la totalidad de los cromosomas (que son 46, distribuidos en 23 parejas), nuestras células reproductoras tienen la mitad para que, en el momento de su unión, el embrión tenga el número completo y se desarrolle con normalidad.
Para que esto sea posible, en el proceso de formación de óvulos y espermatozoides se va a dar un tipo de división celular especial llamado meiosis, en el cual los 46 cromosomas de la célula progenitora se repartirán equitativamente entre las células hijas (futuros óvulos o espermatozoides). En el caso del óvulo, este proceso tendrá lugar los días previos a la ovulación o, en los tratamientos de fecundación in vitro o preservación de la fertilidad, la punción ovárica, y sabemos que a mayor edad es menos probable que se realice bien. Así se estima que, por ejemplo, a los 40 años tan sólo un 20-30% de los óvulos tendrá un número correcto de cromosomas.
En la práctica, el análisis de los cromosomas se realiza sobre los embriones y no sobre los óvulos mediante el llamado diagnóstico o test genético preimplantacional (en siglas DGP o PGT). Aquí el resultado nos informará de la totalidad de los cromosomas, tanto del óvulo como del espermatozoide. Dado que, salvo situaciones muy concretas, el espermatozoide no tiene alterados sus cromosomas, este estudio es un fiel reflejo del estado del óvulo.
¿Cuándo vemos una discordancia cantidad-calidad?
Reserva ovárica y edad no siempre van de la mano.
Por una parte, hay mujeres mayores de 39 años que siguen gozando de una población de óvulos elevada pero su calidad estará muy comprometida ya por su edad. Por el contrario, una mujer a cualquier edad puede tener una baja reserva ovárica (cuantitativa), en estos casos observaremos unas expectativas de embarazo menores respecto a otras mujeres de la misma edad pero con una reserva normal.
Por último, existen situaciones que podrán afectar a la cantidad y/o calidad de los óvulos por sí mismas, sin relación con la edad. Son ejemplos claros la endometriosis o el antecedente de tratamientos de quimioterapia o radioterapia
¿Cantidad o calidad de óvulos?
Como hemos visto, existe una correlación entre ambas en la mayoría de las mujeres pero no en todas. Además, si bien la calidad tiene más “peso pronóstico”, en el momento actual no disponemos de estrategias suficientemente probadas para mejorarla, y para compensar esta carencia recurrimos a tratamientos para conseguir un mayor número de óvulos.
Por lo tanto, lo correcto es decir cantidad Y calidad de óvulos.