El ritmo que marca la sociedad actual así como la incorporación de la mujer al trabajo asalariado nos ha obligado a posponer muchos aspectos de nuestra vida que quizá tuvieron un papel prioritario no muchos años atrás como, por ejemplo, la maternidad. En los últimos años se ha observado un claro descenso de la tasa de natalidad; la fecundidad por debajo del nivel de reemplazo ha dejado de ser una excepción para convertirse en una norma. Son muchos, los factores que influyen a la hora de tomar la decisión de convertirse en madre, pero muy a menudo nos olvidamos del principal factor a nivel biológico, que es el que determina las posibilidades de éxito: la edad.
Lo que hasta hace algunos años era la situación más común, e incluso, la estipulada por la sociedad, ahora nos parece algo totalmente impensable. Ser madre antes de los 25 años parece estar fuera de lugar en los tiempos que corren. Sin embargo, biológicamente, ésta es la mejor edad para la maternidad. Si ampliamos un poco el margen, es entre los 20 y los 30 años cuando se dan las condiciones idóneas a nivel biológico para concebir, engendrar, parir y cuidar a un hijo. Pero, según el INE (Instituto Nacional de Estadística) la edad media de las madres primerizas en España es 32.2 años y un 30% de las mujeres tiene su primer hijo con más de 35 años.
Evidentemente, el cambio en el modelo de sociedad ha supuesto a su vez un importante cambio en el estilo de vida de las mujeres. Además de su incorporación al mundo laboral, son otros muchos los aspectos que retrasan la maternidad, ya sean económicos, sociales o el tan famoso “no es el momento”. Pero, en este último caso… ¿Y cuándo lo es?
Volvemos al principal punto de vista a nivel biológico, la edad. Aunque gracias al fitness, running, bikram yoga… o cualquiera de las tendencias actuales cada vez tendamos a realizar más ejercicio e intentar llevar una vida sana para vernos y encontrarnos jóvenes, no debemos olvidar que nuestro reloj biológico sigue su curso, sin tener en cuenta estas tendencias. Los óvulos son células y, como tal, envejecen con el paso del tiempo, disminuyendo así la capacidad reproductiva de la mujer. Quizá las siguientes cifras nos ayuden a hacernos una idea de lo que ocurre en nuestro interior.
• En un feto de sexo femenino de 20 semanas se alcanza el mayor número de óvulos a lo largo de la vida de una mujer. Hasta 7 millones de óvulos inmaduros están contenidos en el interior de folículos primordiales.
• En el momento del nacimiento, este número se ha reducido hasta 1-2 millones.
• En la pubertad, con la menarquia, el número de folículos se ha reducido hasta 400.000. Este número es lo que se conoce como reserva ovárica y va a seguir disminuyendo a lo largo de la vida de la mujer.
• Con cada ciclo menstrual hasta 1000 folículos primordiales empezarán su desarrollo, de los cuales sólo 20-25 madurarán hasta convertirse en folículos antrales y, finalmente, uno de ellos dará lugar a un óvulo maduro.
Es decir, cada año “perderemos” unos 12.000 óvulos, lo que nos deja en un período fértil de aproximadamente 32 años desde la edad de la menarquia (primera regla).
Si bien estas cifras no son exactas al 100% pues cada ciclo menstrual responde de una manera concreta y no se produce siempre el desarrollo del mismo número de folículos, nos permite hacernos una idea de la gran pérdida a nivel numérico de óvulos a lo largo de la vida de una mujer.
Además del factor cantidad, a partir de cierta edad entra en juego el factor calidad. Los óvulos están en estado de “reposo” desde el nacimiento y cada mes, como hemos visto cierto número de folículos se va activando para dar lugar, a un óvulo en el momento de la ovulación. Así pues, es necesario que se produzcan unos mecanismos de activación para que los óvulos inmaduros completen su desarrollo hasta producir un óvulo maduro y capaz de ser fecundado. Con el paso del tiempo, estos mecanismos disminuyen así como la calidad de los óvulos contenidos en el interior de los folículos.
Por tanto, muchas veces cuando por fin encontramos el momento para ser madres, nos damos cuenta de que quizá sea demasiado tarde ya que nuestra respuesta ovárica está muy disminuida o es, incluso, inexistente. No olvidemos que aunque nosotras seamos capaces de correr una maratón nuestros óvulos han estado sin entrenar desde antes incluso de nacer.
Sabiendo esto y con la experiencia adquirida después de muchos años observándose esta situación en las clínicas de reproducción asistida, la solución a este problema es la vitrificación de óvulos. Hoy en día, es prácticamente imposible encontrar el momento idóneo para ser madre, siempre hay algún “pero” a tener en cuenta, alguna circunstancia que nos lo dificulta o impide. Por ello y habiendo avanzado la medicina reproductiva como lo ha hecho, parece sensato prevenir antes de curar, es decir: vitrificando óvulos te aseguras preservar tu fertilidad y aumentar las posibilidades de embarazo cuando por fin SEA EL MOMENTO.
Victoria García Aroz
Embrióloga Amnios In Vitro Project