Inseminación invitro es un término muy usado, mezclando la palabra fecundación invitro e inseminación artificial. En realidad es normal que quien no se ha adentrado en el mundo de la reproducción asistida pueda confundir ambos términos.
En líneas generales una inseminación artificial consiste en introducir en el útero, en el momento de la ovulación, una muestra de semen, a la que se haya concentrado los espermatozoides con mejor capacidad fecundante. La inseminación artificial es una técnica relativamente sencilla y poco molesta para los pacientes. Esto compensa el hecho de que las tasas de embarazo sean menores que las de la fecundación in vitro, aproximadamente un 18 %.
La fecundación invitro es más compleja. Tras una estimulación ovárica, mediante una punción de los ovarios a través de la vagina, guiada por ecografía, bajo sedación para que no se produzca dolor, se extraen los óvulos y se llevan al laboratorio. Ese día se obtiene una muestra de semen, con la que se fecundan los óvulos. Dos o tres días después, los embriones ya fecundados se colocan de nuevo en el útero para favorecer el embarazo. Este procedimiento es tan fácil como una inseminación artificial. La fecundación in vitro tiene una probabilidad de éxito superior al 45 %. No obstante, también es algo más compleja que una inseminación artificial.
La decisión entre hacer una inseminación artificial o una fecundación in vitro debe basarse fundamentalmente en los resultados de las pruebas de fertilidad que se hagan a los dos miembros de la pareja.